En 2014, cuando tenía 18, dejé el colegio para participar en la brigada de solidaridad de LAG en Brasil. Fue un viaje fantástico. Fueron seis meses de formación política y muchas experiencias nuevas. Mi compañero de brigada Anton y yo pasamos algunas semanas en el asentamiento del MST Picos de Cima, en Santa Quitéria, Ceará.

El asentamiento obtuvo reconocimiento luego de cinco años de ocupación. 35 familias vivían allí cuando llegamos en 2014. La familia que me alojó ya tenía una niña y responsabilidades en el área de educación. De repente, con mi presencia en la casa, también debían convivir con una joven revoltosa. Cenamos en las casas de las vecinas, que se alternaron para invitarnos a comer. Todos se esforzaron para asegurarnos la mejor estadía posible. En las tardes, muchos vinieron para enseñarle a «los gringos» a montar en motocicleta.

Nunca pude agradecerle a nuestros compañeres por su bondad y por haber abierto sus casas para nosotres. Las tardes de paseo en moto son uno de los recuerdos más queridos de aquellas semanas. Tal vez porque simboliza la posibilidad de ser libes, de dejar atrás una situación de opresión y organizarse, de ponerse los cascos y partir (casi) hacia donde uno desee.

¡Globalicemos la lucha, globalicemos la esperanza!

Gracias querido Picos de Cima.